Spanair, desde dentro
Hoy en Va de Aviones, nos sentamos con un experto en esto de la aviación comercial y alguien que vive la aviación por encima de todas las cosas, podriamos decir que es un Aerotrastornado de los buenos.
Hoy nos sentamos con Diego Lopez, propietario de Mirayvuela, consolidador aéreo enfocado al B2C y anteriormente integrante del gran equipo comercial que tenia la malograda compañia española Spanair.
Hoy nos va a contar su experiencia dentro de la compañia y vivencias en los 5 años que perteneció a ella.
«Mi etapa en Spanair fue entre el 1995 y el año 2000. Yo entré a formar parte del departamento comercial de Línea Regular, ya que Spanair era una compañía en la que el 90% de sus vuelos eran Charter, y los accionistas principales eran SAS y el grupo Marsans al 50% cada uno si no recuerdo mal.
Este extraño matrimonio era fruto de que la parte de la operativa más técnica de la aerolínea estaba liderada por SAS y la parte que tenía que ver con la expansión y todas las posibilidades que como destino turístico tenía España eran lideradas por el Grupo Marsans con Gonzalo Pascual a la cabeza.
El Director General era Carlos Bravo, pero para linea regular teníamos a un simpático escandinavo que se llamaba Frank Badino y que venía de la división de Línea Regular de SAS y era el encargado de hacer crecer a la compañía en lo que se abría como oportunidad en España tras la liberalización de las rutas por el estado, donde antes solo podía operar Iberia.
La época que viví fue muy bonita ya que estábamos en un plan de expansión muy amplio y cada tres meses se abría una línea domestica nueva. El plan siempre fue utilizar Madrid como Hub de la aerolínea y conectar vía Madrid a toda la red, concentrando los aviones en Madrid en varias “olas” donde los pasajeros podían combinarse para llegar a sus destinos.
La línea Charter fue perdiendo peso en pro de la línea regular y con la entrada en la Star Alliance de la mano de SAS se decidió lanzar los destinos de larga distancia, utilizando los B767 de los que se disponía en chárter, pero reconfigurándolos para línea regular con más espacio entre asientos, y se lanzaron las líneas a Washington, Rio de Janeiro y Buenos Aires.
El ambiente de trabajo era fantástico ya que éramos todo gente muy joven y muy ilusionada en el proyecto, que veíamos todos que funcionaba como una máquina, ya que éramos un 30% más baratos que Iberia, y dábamos un servicio mucho más fresco y siempre con ganas de agradar. Esto hacía que la ocupación fuera casi siempre muy buena.
Recuerdo que el chocolate con churros que se servía en clase Avant en los Madrid-Barcelona se hizo famoso.
Por otro lado un fuerte crecimiento de personal y rutas tenía sus problemas de procedimientos, pero el tener a la gente de SAS liderando el proyecto nos daba garantías de no equivocarnos. Se dedicaban muchos recursos a formación del personal y muchos formadores eran parte de los equipos de SAS, con lo que estábamos recibiendo una formación exquisita.
Según mi punto de vista el Grupo Marsans se aprovechó demasiado de SAS la cual veía como la compañía no hacía dinero, pero no por la operativa de la misma sino porque otras empresas del grupo que perdían dinero estaban en la misma cuenta de resultados y los teje-manejes de los Pascual y Diaz tal y como se ha visto posteriormente eran siempre en beneficio suyo. Esto hizo que SAS cada vez estuviese más incómoda y acabase saliendo del proyecto, punto a partir del cual creo que la empresa entró en un viaje de no retorno. Desde luego hay poca gente con la que compartí esa etapa que no se sienta muy orgullosa de haber participado en crear ese bonito proyecto que era Spanair.»
Agradecemos a Diego este rato que ha compartido con nosotros, y si tenemos algún voluntario que quiera contarnos como fue la época del 2000 al 2012, año del cierre, encantados estaremos de que nos lo cuente.
Que lástima de empresa, buenos trabajadores y malos gestores.
Por qué siempre pasa lo mismo?
La verdad que es una pena si. A veces pienso que deberian dejar gestionar las empresas a aquellos que necesitan el sueldo de 1.000 euros para vivir.
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