40 aniversario del accidente de Los Rodeos
Hoy se cumplen, 40 años del mayor accidente de la historia de la aviación civil. Se produjo tal día como hoy de 1977 en el aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife). Una cadena de errores, fallos técnicos, decisiones humanas equivocadas, condiciones meteorológicas adversas e incluso un atentado terrorista se concatenaron para acabar en el brutal choque de un avión Boeing 747 de la aerolínea Holandesa KLM, a punto de despegar con los depósitos repletos de combustible, y otro Boeing 747 de la desaparecida PanAm, que rodaba plácidamente por las pistas para dar el salto a Gran Canaria.
Aquel día de niebla, las comunicaciones en Los Rodeos eran un caos. El aeropuerto estaba abarrotado tras haberse visto forzado a acoger casi todo el tráfico aéreo de Canarias, porque el MPAIAC (Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario) había obligado a cerrar el aeropuerto de Gran Canaria tras hacer estallar una bomba en la floristería de la terminal (Marcelina Sánchez Amador resultó gravemente herida).
La torre de control crepitaba, el trabajo era más que intenso, los aviones guardaban cola para despegar, las luces de pista funcionaban mal, la visibilidad estaba limitada a 300 metros y no había radar de superficie. «Antes las comunicaciones dependían del nivel de inglés del controlador y el piloto y el ruido externo. Incluso se podía llevar un operador de radio en cabina«, asegura el secretario del Colegio Oficial de Pilotos de Aviación Comercial (Copac), Borja Díaz Capelli.
En la cabina del Boeing 747 de KLM, que procedía del aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam, se escuchaban las instrucciones que los controladores de Los Rodeos iban dando a los aviones que abarrotaban sus instalaciones. El comandante de KLM Jacob Veldhuyzen Van Zanten sabía que las 247 personas que llevaba a bordo se estaban impacientando.
Por eso consultó con la torre de control. Esta, según la investigación de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (CIAIAC) del Ministerio de Fomento, dio autorización para su plan de vuelo, pero no para el despegue inmediato. El copiloto avisó del despegue y la torre de control interpretó que solo se estaba preparando para hacerlo, pero no que se disponía a despegar al no haberle dado la autorización expresa.
A las 17.06.12h, el comandante Van Zanten dio la orden: «We gaan (nos vamos)«. El jumbo de KLM ya aceleraba entre la niebla con 248 personas a bordo y 55.500 litros de combustible. «De acuerdo, espere para despegar, le llamaré«, le dijo inmediatamente la torre, que no veía el avión debido a la escasa visibilidad. Pero en la cabina solo se escuchó un chirrido debido a una interferencia.
El 747 de PamAm con código 1736, que debería haber dejado ya a 378 pasajeros en Gran Canaria -casi todos jubilados de California a los que esperaba en Las Palmas el crucero Golden Odyssey-, seguía rodando sin prisa, a la espera de su turno.
«Clipper 1736«, dijo por radio. «1736, reporte la pista libre«, le respondió la torre. «De acuerdo, reportaré cuando la dejemos libre», confirmó el avión americano, sin saber que hacía ya 20 segundos que el KLM se dirigía hacia él, cada vez a mayor velocidad. El KLM estaba acelerando en plena maniobra de despegue. De pronto, por la radio de la pista se escuchó al segundo piloto de PanAm, Robert Bragg: «Nosotros todavía estamos rodando por la pista, Clipper 1736«. Ya había poco que hacer. Los dos aviones se cruzan en el camino.
